sábado, 15 de mayo de 2010

La vida contemplativa

Se preguntarán qué estoy haciendo. No hay cosa más bella que dedicarse a la vida contemplativa. ¿No nos colma de felicidad, ahora que el tiempo todavía es bueno, poder salir al parque a pintar, a escribir, a leer? A veces miro en el espejo mis ojeras de mal sueño y pienso: "Qué no daría yo por una vida de ocio". Estaría atizando la chimenea, leyendo un libro, durmiendo en el interín entre uno y otro capítulo una prolongada siesta. Pero pasan los días y nada de esto ocurre.

En el día de ayer conversaba con un amigo que me dijo: "Tenemos los hijos, las esposas y los gobernantes que merecemos". Mi amigo parecía muy convencido de esto, aunque a decir verdad, siempre parece muy convencido de todo. ¿Tendremos también entonces la vida que nos merecemos? Tal vez me inclino más a seguir la opinión de Pavese, cuando le preguntaron: "¿Usted cree en el azar?". Y su respuesta fue: "¿Acaso hay otra cosa?".

Como sea, querídisimos, me gustaría mucho parecerme a esta dama:

miércoles, 6 de enero de 2010

Feliz año nuevo

Con este cuadro de William Arthur Breaksperare especialmente dedicado a Monsieur P., a pocas horas de atravesar el Océano Atlántico.





jueves, 24 de diciembre de 2009

Once upon the time


De acuerdo con los ingleses, la reina Victoria de Inglaterra es la responsable de que el espíritu de la Navidad y las celebraciones en gran escala de esas fiestas, sea el que tenemos hoy en día. Por ejemplo, Victoria, su esposo, el príncipe Alberto y sus hijos, fueron los primeros en adornar un árbol de Navidad tal como hacemos ahora, con objetos y adornos de colores brillantes que simbolizaban la época. Ellos también comenzaron a decorar los castillos, a hacer reuniones familiares, a intercambiar regalos y a enviar tarjetas de Navidad a sus familiares y amigos.
Lo que era una celebración muy íntima y personal en todo el mundo, Victoria la convirtió en un gran festejo a nivel nacional, en que todo el mundo participaba, y su buen amigo, el escritor Charles Dickens, fue uno de los que le aconsejó que promoviera que se realizaran fiestas en que participaran todos sus ciudadanos. Aunque las Navidades se celebraban en todas partes del mundo antes de que Victoria existiera —eran festejos de tipo hogareño— no hay duda de que fue la reina inglesa la que ‘comercializó’ las fiestas, para las que incluso se comenzaron a fabricar galletas, caramelos y todo tipo de golosinas especiales para Navidad. Y la fecha llamada Boxing Day —el 26 de diciembre— en que los empleadores les daban dinero, y otros regalos a los sirvientes y empleados, fue otra de las ideas de la reina Victoria.

Diario regionvalles.com

Nosotros, los modernos

"Few modern readers realize that A Christmas Carol was written during the decline of the old Christmas traditions."

Las palabras son de Michael Patrick Hear, autor del Victorian Fairytale Book, y de The Annotated Christmas Carol. Porque, queridos amigos, ¡cómo pasar el día de Nochebuena sin hablar de Christmas Carol! Imposible, al menos en tiempos victorianos.

Queridos: sí. Yo, como ya lo he insinuado en ocasiones anteriores, no soy una gran admiradora de Dickens. Me cuesta adentrarme en su mundo a veces rayano en la sensiblería. Pero, como siempre, en todos los órdenes de la vida, si se mira con atención se encuentran cosas. Veamos: a comienzos del siglo XIX la Navidad era cosa del pasado, nos dice una tal señora Yole en un prólogo a una edición del Christmas Carol. ¿Por qué? Cuando en el siglo XVI los puritanos tomaron el poder en Inglaterra eliminaron toda festividad que pudiera tener algún viso de paganismo. La Navidad era una de ellas. Más tarde, la revolución industrial hizo su aporte: los empleadores raras veces daban el día de Navidad libre a sus trabajadores. Este es el contexto en el que nace el famoso cuento de Dickens. Y es por esto que algunos consideran al autor el "inventor de la Navidad". Hay quien sostiene que el texto marcó un antes y un después.

Debo decir que pensar en la pequeña obra del Dickens como una oposición al puritanismo y al capitalismo me ha reconciliado algo con él en esta Navidad. Querido señor Dickens: ¿serán estas las obras que leeré y admiraré en mi madurez, en mi vejez? Quién sabe si, como decía Chesterton en un famoso libro, no me acometerá por fin la ortodoxia.

Y bien, mis lectores, cierto es que la heterodoxia empieza a fatigarme, y la fatiga no es buena para el espíritu. Ni para el cuerpo.

Feliz Navidad.


domingo, 13 de diciembre de 2009

The ultimate victorian freak

Is true that my form is something odd,

But blaming me is blaming God;
Could I create myself anew
would not fail pleasing you.

If I could reach from pole to pole
Or grasp the ocean with a span,
I would be measured by the soul

The mind´s the standard of the man
Joseph Merrick

lunes, 30 de noviembre de 2009

Ausencia y presencia

Ayer reflexionaba con un queridísimo amigo sobre el significado de "extrañar". Y me surgió la pregunta: si no extrañáramos a nadie, ¿seríamos más libres? A simple vista, la respuesta es "sí". Claro. Cómo no. ¿Quién no quisiera mudarse de ciudad, de país, de continente, sin sentir la ausencia de lo dejado atrás? Podríamos ir por el mundo sin peso, livianos como plumas. Podríamos dejar a nuestros seres amados sin sentirlo y dedicarnos a explorar el mundo sin ataduras. Pero, al mismo tiempo, ¿podría existir el amor sin su contrapartida: el sentimiento de pérdida? ¿Qué clase de amor sería el que no añore al amado?

Mi amigo, que es un ser mucho más atado a la realidad que yo, me decía: "No sé lo que sea el amor". Yo le respondí: "Es querer el bien del otro. Incondicionalmente". Y él arguyó que eso era la visión cristiana del amor. Aquí entraron en juego algunos conceptos psicoanalíticos y poco victorianos que él podría explicar tanto mejor que esta servidora si quisiera asomarse a estas páginas.

Pero luego, me he quedado reflexionando: ¿Qué ocurre con el amor a los lugares? No se puede querer el bien de un lugar. Entonces, ¿eso se llamaría amor? Alguien podrá decir que no existe tal amor, sino que se trata de una simple afición. Y sin embargo, hace poco he leído unas líneas, en una carta escrita para mí por un amigo que hace tiempo viaja por Asia, ese vasto continente. Así dice este bienamado señor:

A India voy a un enésimo viaje; como todos los viajes, más para entender que para ver. Para intentar encontrale un camino a esta vida tan bonita. Nunca he pensado tanto en la muerte como en estos años de viajes, qué triste será tener que dejar a toda esta belleza.

La muerte, ah, la muerte. ¿Añoraremos la vida cuando estemos muertos? ¿Y será porque la hemos amado?